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Las mejores playas del mundo para hacer turismo

La playa es considerada por muchos como el paraíso y donde el ser humano debería pasar aunque sea dos veces a la semana. Se trata del cielo con olor amar, arena blanca y aguas cristalinas. En este sentido y para todos los fanáticos, hoy traemos las mejores playas del mundo para hacer turismo.

Conoce cuáles son esas playas del mundo para hacer turismo

Phang Na, Tailandia: cuando llegas a este lugar te encuentras con un laberinto rocoso que te invita a adentrarte en las aguas del mar de Andaman, al sur del país. Asimismo, verás cómo las crestas montañosas salen de las aguas tapizadas de un verde espectacular. Desde este sitio y Phuket paran a diario cruceros que recorren la zona, ideal para aquel que le guste el submarinismo.

Whitehaven Beach, Australia. Esta es otra de las playas del mundo para hacer turismo. En esta playa podrás observar el corazón de la barrera de coral que allí se encuentra. Este es parte del archipiélago de las Whitsundays Island. Cuando llegas al lugar tienes dos opciones; quedarte para toda la vida o sumarte a la experiencia que ofrecen los barcos y ferries de lujo.

Mauritius, África Oriental: este era el paraíso de los holandeses, franceses e ingleses, ya que se habían apropiado de esta isla verde y escarpada en el pasado. Sin embargo, desde 1968 es una república independiente en donde habitan hindúes, chinos, criollos, musulmanes  y europeos. En esta playa se cultiva caña de azúcar, pero también Ylang Ylang.

Los Roques, Venezuela: para el final dejamos una de las mejores playas. Este es un lugar que seguramente te hará no querer regresar a tu casa o volver con frecuencia. Nada como mirar el mapa por la mañana y elegir uno de los tantos cayos para disfrutar del sol y el mar. Este se encuentra a unos 30 minutos de la capital criolla.

Arquitectura para viajeros

Londres
30 St. Mary Axe – Norman Foster

Hace algunos años, la capital británica comprendió que no podía quedarse rezagada en la carrera de renovación de las ciudades europeas. Así, tuvo que dejar de lado su desinterés por la arquitectura contemporánea y comenzó a promover una serie de proyectos que han refrescado su arrogante espíritu victoriano. Norman Foster –Manchester, 1935–, el arquitecto favorito de Su Majestad la Reina –quien incluso lo nombró Sir–, ha proyectado algunas de las construcciones más significativas de la actualidad, como el Millenium Bridge –el primer puente peatonal que atraviesa el Támesis– o el City Hall –la esférica sede del Ayuntamiento, creada a partir del concepto de “transparencia democrática”–. Y, más recientemente, la sede de la compañía aseguradora Swiss Re, 30 St. Mary Axe –2004–.

La torre 30 St. Mary Axe, con su silueta de cohete espacial y su fachada vidriada que cambia constantemente de color, se ha convertido en el nuevo icono del skyline londinense. Es el primer edificio alto de la ciudad que, además, es ecológico. Su forma aerodinámica no es un capricho estético: responde a una serie de investigaciones realizadas por Foster y sus colaboradores para maximizar la iluminación natural y la ventilación, lo que se traduce en ahorro de energía.

Ubicada en el centro financiero, muy cerca de la Bolsa de Valores de Londres y al lado del legendario edificio de Lloyds, esta torre de 40 pisos, junto a la Tate Modern y el Laban Dance Centre –ambos diseñados por Herzog y De Meuron– constituyen algunas de las nuevas atracciones de esta cosmopolita ciudad, que no necesita mayores recomendaciones.

Tokio
Epicentro Prada – Herzog & De Meuron

No es casual que Prada haya escogido a los suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron –ambos nacidos en Basilea, en 1950– para diseñar su nueva tienda en Tokio. La capital japonesa se caracteriza por sus espectaculares boutiques, y la firma italiana deseaba brillar entre todas ellas.

Herzog y De Meuron se han hecho famosos, entre otras cosas, por la manera en que recubren sus edificios con materiales inusitados, “pieles” que los relacionan con el entorno. Para la tienda de Tokio desarrollaron un prisma cubierto por una red de cristal que combina vidrios cóncavos y convexos. El edificio-escaparate exhibe y a la vez esconde un misterio que seduce al peatón. Por la noche, encendida, esta construcción de seis pisos –cuya cubierta presenta distintas inclinaciones– se convierte en una lámpara urbana.

En la elegante avenida Omotesando –distrito de Aoyama–, donde se encuentra ubicado el Epicentro Prada –2003–, otras firmas internacionales han establecido sus boutiques, junto a cafés estilo parisino y restaurantes de moda. Algunas de ellas, como las de Louis Vuitton y Dior –diseñada por la arquitecta Kazuyo Sejima–, son las más grandes del mundo. El lugar se ha convertido en el favorito de la juventud tokiota, extrema devota del shopping. Pasear por esta avenida con sus enormes tiendas de diseño contemporáneo –donde los escaparates están montados a manera de instalaciones– resulta una experiencia inigualable.

Seattle
Biblioteca Municipal – Rem Koolhaas / OMA

Para muchos es el edificio más fascinante de los últimos tiempos; para otros es abominable. Lo cierto es que no se puede negar su originalidad, tanto en sus formas –desafiantes de la gravedad– como en su concepto. No es la primera vez que un proyecto de Rem Koolhaas –Rotterdam, 1944– causa revuelo: considerado un arquitecto brillante y provocador, este holandés –que inicialmente se dedicaba al periodismo– oscila entre los mundos del glamour y la intelectualidad.

La Biblioteca Municipal –2004– implicó un gasto de 165 millones de dólares. Sus 11 pisos zigzagueantes, que recuerdan la estética cubista, nos demuestran que hoy en día, gracias a la tecnología, puede construirse casi cualquier cosa. El “panal” de cristal que la cubre, plegándose de acuerdo a las formas de los distintos volúmenes, le da una apariencia etérea. Por dentro, las perspectivas y la luz son excepcionales. Uno de los elementos que comunican los distintos pisos es una rampa en espiral de 800 metros de largo que contiene los libros.

Este edificio, formalmente insólito, resulta ideal para una ciudad como Seattle –cuna de Microsoft y de Boeing–, que se caracteriza por su actitud alternativa. Precisamente el barrio de Capitol Hill, ubicado cerca de la biblioteca, es la zona en donde se desarrolla el Festival Internacional de Cine y el Gay Pride Parade; los primeros sábados de cada mes alberga exposiciones de arte. Broadway, la arteria principal, posee la vida nocturna más intensa de la ciudad.

Amsterdam
Silodam, edificio de departamentos – MVRDV

Debido a la alta densidad de población y al limitado territorio, en Amsterdam los arquitectos han tenido que idear nuevas tipologías constructivas. El despacho holandés MVRDV –por los apellidos de sus fundadores: Winy Mas (1959), Jacob van Rijs (1964) y Nathalie de Vries (1965)– ha desarrollado interesantes proyectos, que intentan resolver los problemas habitacionales de la ciudad. Silodam –2002– es un edificio de 10 pisos y 157 departamentos construido sobre el agua para ganarle terreno al río. Se crearon distintos tipos de vivienda organizadas en “microbarrios”, que se reflejan en los muros de las fachadas como expresión de lo que hay dentro del complejo. De este modo, además de romper con la monotonía y la uniformidad tradicional de los condominios, la propuesta se adapta a las necesidades de todo tipo de personas.

Silodam se encuentra en el puerto, un área descuidada durante muchos años, hasta que fue redescubierta hace una década. Borneo, Java, Sporenburg y KNSM son los nombres de las islas artificiales que forman un suerte de archipiélago en la zona este. Ahí se han construido algunas de las piezas arquitectónicas más interesantes de la capital, que la han convertido en la zona residencial de moda. Las islas se comunican entre ellas y con la ciudad a través de espectaculares puentes. El área no se contagia del frenético movimiento turístico ni ofrece los atractivos característicos de Amsterdam pero, a cambio, brinda la posibilidad de admirar los edificios más vanguardistas de Europa.

Toronto
Centro Sharp para el Diseño – William Alsop

William Alsop –Northampton, 1947– ideó un edificio provocativo y audaz para una ciudad que no se caracteriza precisamente por la calidad de su arquitectura. De lejos, el proyecto de ampliación del Colegio de Arte y Diseño de Ontario parece una mesa monumental que se alza sobre el antiguo edificio. El Centro Sharp –2004, inscrito en la estética neo pop que distingue a Alsop– es una caja blanca y negra de dos niveles –donde se ubican nuevos salones, espacios de exhibición y oficinas– cuyas superficies de efecto “pixelado” camuflan las ventanas; 12 columnas coloridas de 26 metros de alto la sostienen. Es común que los proyectos de este arquitecto inglés, influido por la ciencia ficción y el cómic, no parezcan edificios. Sus clientes parten de la seguridad de que recibirán una construcción distinta de todo lo que hay alrededor. El Centro Sharp transmite el espíritu creativo de una escuela de diseño y expresa irreverencia frente a las construcciones tradicionales que lo rodean. No estará solo por mucho tiempo: a unas pocas cuadras Frank Gehry –el artífice del museo Guggenheim de Bilbao– materializará una espectacular ampliación de la Galería de Arte de Ontario.

Más allá de la Torre CN y de estas nuevas atracciones arquitectónicas, la mezcla multicultural de Toronto la vuelve la ciudad más vibrante de Canadá. En verano, durante los festivales, o en cualquier época del año, si se pasea por los barrios italiano, portugués, griego o indio, es posible percibir la riqueza que engrandece a esta urbe.

Cincinnati
Centro de Artes Contemporáneas – Zaha Hadid

En una esquina del centro de Cincinnati, una composición de volúmenes oscuros y claros parece flotar como si las piezas estuvieran a punto de desprenderse. Pero lo que apenas se insinúa en la fachada es llevado al límite en el interior: rampas, planos inclinados, espacios de distintas formas y tamaños. Lo que podría haber sido una monótona caja de zapatos –a causa del limitado terreno– se convirtió, gracias a la visión de Zaha Hadid –Bagdad, 1950–, en una galería sofisticada y laberíntica. Aunque la iraquí –única mujer que ha obtenido el Premio Pritzker, máximo galardón del mundo de la arquitectura– ha construido más bien poco –sus primeras propuestas, siempre radicales, parecían irrealizables–, sus obras se han convertido en iconos de la nueva arquitectura. Precisamente por ello, los directivos del CAC la eligieron: su estética simboliza, como pocas, las claves del arte contemporáneo.

A pesar de que Cincinnati es una ciudad tradicional del medio oeste estadounidense, su poderío económico –es la cuna de empresas como Procter & Gamble– se ha traducido en numerosos atractivos culturales. Fundado en 1939, el CAC fue una de las primeras instituciones dedicadas a las artes contemporáneas en Estados Unidos. Desde entonces se ha caracterizado por introducir la vanguardia. Otros espacios culturales importantes son el Centro Arnoff de las Artes, diseñado por Cesar Pelli, y el Centro de Museos, que se realizó en la terminal Union, la antigua estación de trenes estilo art déco.

Roma
Iglesia Dives in Misericordia, 2003 – Richard Meier

Resulta curioso que esta iglesia, símbolo del Jubileo del año 2000, haya sido diseñada por un arquitecto judío. En otros tiempos esto habría sido impensable, pero hoy al cliente –en este caso, el Vicariato de Roma– no le interesa la fe que profese el artista sino sus ideas. De esta manera, Richard Meier –Newark, 1934– se impuso en un concurso frente algunos de los mejores arquitectos de nuestra época con un brillante proyecto que encuentra ecos en la famosa capilla que Le Corbusier realizó en Ronchamp, Francia. A través de una estética contemporánea, utilizando materiales capaces de expresar lo etéreo –cristal, concreto blanco, mármol–, el estadounidense logró plasmar una serie de símbolos espirituales. El principal elemento de la iglesia lo constituyen tres cascarones que semejan las velas de un barco empujado por el viento. La luz que se filtra entre ellos baña el atrio armoniosamente y, por la noche, cuando la iglesia se enciende, las partes vidriadas dejan salir la luz delineando las formas del edificio.

Dives in Misericordia –ubicada a las afueras de Roma– es, según lo afirman sus promotores, una iglesia para el nuevo milenio. Meier, a su vez, opina que si en Roma hay iglesias de todas las épocas, tenía que haber, ya, una moderna. Finalmente, la capital italiana ha comenzado a hacerse de arquitectura contemporánea, luego de décadas donde no hubo más que los antiguos –y espectaculares– monumentos. Con nuevos edificios de Renzo Piano y Zaha Hadid, Roma dejará de vivir únicamente de sus glorias pasadas.

6 increíbles centros para esquiar

LAS ROCALLOSAS
Denver es la puerta de entrada a la mayoría de los centros de esquí de las Montañas Rocallosas. ¡Ah, las Rocallosas, famosas por sus días de sol, nieve suave y abundante, y pistas espectaculares! Además, sus pueblos vaqueros tienen un ambiente de lujo y tradición. Esta región alberga por lo menos 15 destinos de esquí de categoría superior.

1. Aspen. El glamour cosmopolita y el Viejo Oeste
Montañas: Aspen Mountain, Buttermilk, Highlands y Snowmass. Cada una ofrece atractivos diferentes para cada tipo de esquiador.

Aspen Mountain. Se ubica justo frente al pueblo. Es ideal para expertos e intermedios. Aquí se ha forjado el glamour de Aspen. En la acción, las pistas son exigentes y, en la recreación, los restaurantes, como Ruthie’s, ofrecen comida gourmet para exigentes del paladar.

Buttermilk. Para principiantes, con pistas anchas y amigables.

Highlands y Snowmass. Las familias realmente tienen dos opciones: la Highlands –la ultima montaña en unirse a la asociación– y Snowmass –a unos 25 minutos de Aspen–. Highlands es la más alta de todas las montañas y tiene todo tipo de pistas. En el restaurante de midway sirven el mejor pie de manzana de todo Aspen. Snowmass es enorme, casi del tamaño de las otras tres juntas. Tiene pistas anchas y suaves, y también una de las mejores zonas de doble diamante en todo Colorado.

Lo distingue: el pueblo de Aspen y su ambient. Eso es lo que hace diferente a este lugar de esquí. Aquí conviven de forma habitual las estrellas de Hollywood, los magnates y los locales. Aspen, un antiguo pueblo minero, ha preservado sus edificios de 1800, convirtiéndolos en tiendas y restaurantes de lujo, sin dejar atrás su sabor de Viejo Oeste.

2. Vail. Para la familia
Esto lo dicen todos por allá: “Vail is the ultimate ski resort” (Vail es el último grito en centros de esquí). Hoy es el lugar para esquiar con más terreno de pistas de toda Norteamérica. Este pueblo fue creado especialmente como destino para practicar esta actividad en una montaña: cuenta con más de 11 kilómetros de todo tipo de pistas. Es ideal para aprender a deslizarse, ya que casi toda la montaña es accesible para los principiantes. El área conocida como los back bowls, donde la nieve es muy honda, ofrece una experiencia semejante a esquiar en un glaciar, muy diferente a hacerlo en las pistas aplanadas tradicionales. Vail es el lugar ideal para esquiar en familia. La escuela de esquí para niños es una de las mejores del país.

Las cifras: Todo en Vail es grande. Cuenta con 2,140 hectáreas, 193 pistas, 34 lifts –o ascensores– y siete grandes cuencas. Se dice que es el resort más grande de Norteamérica.

Las fechas: Del 15 al 18 de enero de 2004 habrá un evento de esquiadores profesionales y expertos en snowboard. Disfruta del espectáculo, juegos pirotécnicos y música en vivo.

Lo distingue: En Vail se localiza Adventure Ridge, un parque de diversiones nevado para chicos y grandes. El pueblo, construido al estilo austriaco, está compuesto por tres áreas principales: Vail Village, Golden Peak y Lion’s Head. Todo Vail es caminable y las calles, cerradas al tránsito de autos, son ideales para encontrarse con amigos e ir a restaurantes y boutiques.

3. Crested Butte. El verdadero Viejo Oeste
Sus pistas: Este lugar tiene las pistas más inclinadas de América del Norte. Situado en el suroeste de Colorado, este pueblo tradicional es para esquiadores intrépidos. Las pistas de doble diamante le quitan el aliento al más valiente. También tiene pistas para los menos atrevidos, aptas para toda la familia.

El pueblo: Crested Butte es un pueblo orgulloso de su herencia del Viejo Oeste americano. Aquí los jeans, las botas vaqueras y los paliacates son siempre bienvenidos.

Lo distingue: El Crested Butte Nordic Center, con alrededor de 160 kilómetros de pistas en Gunnison National Forest y Elk Mountains; es una maravilla natural. Además, tiene largas pistas de snowmobiles. Esta zona de Colorado recibe más nieve que ninguna otra: al menos 1500 centímetros por temporada, lo cual garantiza que habrá nieve de alta calidad cada temporada.

Irwin Lodge Snowcat es el lugar ideal para ir a hacer powder skiing –esquí de nieve profunda–. Crested Butte es perfecto para los amantes de la naturaleza salvaje y menos domada que en los otros centros de esquí.

EL FAR WEST
Aquí la nieve es mas ruda, pesada y profunda. Los esquiadores vienen, casi todos, de California. En estas pistas siempre verás las tendencias de la moda en esquí, y es muy importante traer lo último en tecnología en equipo para practicarlo. En el Oeste, el esquí es un deporte que trata de ir más allá de los límites. Las mejores ciudades para aterrizar y llegar a estos centros son San Francisco y Sacramento.

4. Heavenly, California: Ultra moderno
Lake Tahoe Resorts

Lo distingue: Lake Tahoe es el lago alpino más grande de Norteamérica. A su alrededor se encuentran seis de los mejores lugares de esquí. Lake Tahoe Resorts incluye: Alpine Meadows, Heavenly, Kirkwood, Northstar at Tahoe, Sierra at Tahoe y Squaw Valley. Uno de los mayores atractivos de esta región son sus 310 días de sol al año.

Las montañas: Situado justo en el limite entre California y Nevada, Heavenly atrae a esquiadores serios que quieren dedicarse a explorar nuevas pistas todos los días. La nieve en Tahoe es pesada y húmeda debido a la cercanía del lago. La humedad hace que la nieve hunda los esquíes, de manera que el esfuerzo de tus piernas es mayor en estas pistas. El año pasado, el pueblo de Heavenly se renovó por completo a través de un ambicioso proyecto de remodelación. Hoy se ha convertido en un lugar ultra moderno con dos nuevos Marriotts que incluyen residencias al pie de la montaña y villas a un lado de la góndola, además de nuevos restaurantes, tiendas y un complejo de salas de cine Multiplex. Heavenly tiene el atractivo extra de estar cerca de los casinos. Este pueblo cambia, al atardecer, el ambiente del deporte puro por el de la adrenalina de las mesas de juego.

5. Whistler Blackcomb. El glaciar
A unos 120 kilómetros al norte de Vancouver, en la región costera del oeste de Canadá, donde abundan los glaciares, está situada la estación de esquí de Whistler. Las montañas de Whistler y Blackomb ofrecen a su clientela internacional casi 30 kilómetros de terreno para practicar esta actividad.

Lo distingue: Además de sus 200 pistas, Whistler tiene también 12 bowls de nieve honda interconectados, incluyendo tres glaciares. También tiene las dos pistas de esquí más verticales de toda Norteamérica. Blackcomb tiene, por ejemplo, una elevación vertical de 1.6 kilómetros. Whistler cuenta con el sistema de lifts más avanzado en el mundo, con 15 lifts express, incluyendo tres góndolas. El promedio anual de nieve es de nueve metros al año y su temporada es una de las más largas: de noviembre hasta junio. Esquiar aquí se asemeja al esquí de helicóptero en los grandes glaciares.

El pueblo: Es un lugar sofisticado con una atmósfera internacional, pero relajada. Es un lugar para caminar y hacer amigos del mundo entero.

QUEBEC. EL ESTE
6. Mont Tremblant

Mont Tremblant, localizado en las montañas Laurentian de Canadá, es un paraíso escondido para los esquiadores libres. El esquí fuera de pista o el esquí en powder es la verdadera marca registrada de este resort. Esta villa de habla francesa es el sitio donde la mayoría de los nativos de Quebec disfrutan del placer de esquiar en powder.

Tremblant es un resort de clase mundial, tanto para el esquí de fin de semana como para la élite de esquiadores en busca de nuevos retos. La energía única de este poblado es razón suficiente para visitarlo. La zona peatonal se llena cada noche con una atmósfera de fiesta que dura hasta bien entrada la mañana. Este año, dos mejoras en la ladera dotaron a Tremblant de todos los elementos de un centro turístico completamente redondeado, perfecto. Un novedoso parque, Parc Gravíté, y el aumento de 20 por ciento en el número de pistas en la montaña por parte de Tremblant, mediante la adición de Le Versant Soleil, una ampliación de 200 acres que permite el acceso de los esquiadores a un nuevo lado de la montaña.

Montreal: con la música en las venas

POR EL VIEJO MONTREAL
El avión desciende y entre la bruma empiezan a verse los primeros suburbios. Una hora después, estamos en el corazón del viejo Montreal: calle St. Paul, Hotel Nelligan, habitación 216. Desde la ventana se ve poco movimiento, pero, evidentemente, esto no es un pueblo fantasma; la gente debe de estar en alguna parte.

Caminamos por las estrechas calles adoquinadas de la ciudad antigua, hacia el viejo puerto, abandonado para las actividades marítimas y ahora convertido en uno de los espacios recreativos más visitados de la ciudad. No hace falta más que recorrer unas cuantas cuadras: ahí están todos, ocupando las terrazas de todos los restaurantes, bares y cafés. Los montrealenses quieren aprovechar al máximo los últimos rayos de sol, antes que caiga el implacable invierno de –30º C.

Los visitantes entran y salen del Centro de Ciencias, donde se encuentra la popular pantalla IMAX que atrae, especialmente, a los niños. En el ambiente suena una tonada familiar, acompañada de ciertas percusiones y de cierto ritmo… No puede ser otra cosa sino… ¡salsa! “Tu amor fue candela”; el tropical canto sale de un CD, en un restaurante italiano de ésta, una de las ciudades más francófonas de Canadá. Cuando las notas hacen corto circuito en el cerebro, la mirada se dirige al interior del local en busca de algún latinoamericano. La sorpresa es que no hay ninguno; el DJ, en este caso, es un canadiense de veintitantos años.

Seguimos el recorrido sobre el andador y entonces surgen, desde algún amplificador, muy lejos de nosotros, las notas de una canción que se descompone en el aire. Esta vez se trata de alguien que interpreta en vivo… pero en árabe. Nos encaminamos hacia allá pero, a mitad del camino, la música cesa. Nunca sabremos de qué se trataba. Vamos ahora hacia la Plaza Jacques Cartier. Encontramos a un grupo de afro-canadienses, formado por padre y dos hijas, que tocan tambores de acero usados para el calypso; interpretan “I passed the rain down in Africa… gonna take some time…” y otras canciones de los años ochenta. Echamos unas monedas a la colecta y cruzamos la avenida.

Ahora caminamos por el legendario mercado público de la ciudad de los años 1800, bautizado así en honor de Jacques Cartier, primer europeo en pisar Montreal. Poco o nada queda del mercado de entonces. Hoy es un punto de referencia que transpira turismo, donde los restaurantes y bares se suceden uno a otro a ambos lados de la plaza y los artistas callejeros compiten por la atención del público y por sus monedas.

Entre el talento local, destacan dos adolescentes en micro shorts, que tocan el chelo y el violín, sentadas bajo la estatua de Nelson; se lo toman como si pertenecieran a la filarmónica. Dos pasos adelante, un cantante, con guitarra en mano, interpreta “Stand by me” y, de vez en cuando, platica con la concurrencia para ganarse algún aplauso… sin lograrlo.

Algo más al fondo, tocan los indiscutibles reyes del lugar: un quinteto de música andina que trae vuelta loca a la gente; son morenos, de cabello largo y muy negro, y se hacen llamar Canto Nuevo. Durante el descanso, hablo con el percusionista. Me dice que han grabado hasta ahora tres discos –mismos que venden durante el show– y que son originarios de Chile y Ecuador, pero que él, curiosamente, es de Irán –sí, mas habla un perfecto español–. La plática termina abruptamente cuando reanudan el espectáculo. El público que se congrega es casi tan diverso como la población de Montreal: franco-canadienses, anglo-canadienses, asiáticos, negros. Una mujer musulmana baila animada, con pañoleta sobre la cabeza y un kaftán medio abierto que muestra unos jeans debajo.

Cuando la mirada gira hacia las calles contiguas, se topa con fachadas de piedra de edificaciones de más de 400 años, que hoy alojan galerías de arte, tiendas de souvenirs, restaurantes, pequeños cafés. Seguimos a un trompetista itinerante que recorre la calle St. Paul haciendo continuas paradas para tocar, y nos encontramos con un joven acompañado por un acordeón y una bailarina de falda corta que zapatea, sobre una tarima de madera, una tonada de los Alpes; algo decepcionados por falta de quórum, se preparan para partir.

Nosotros hacemos lo mismo, pero a causa del hambre, y nos dirigimos a cenar a Chez L’Epicier, un restaurante de fusión. Ordenamos un Bordeaux rojo, seguimos con una entrada sorpresa –literalmente, servida en una caja sorpresa de tres compartimientos– y terminamos con un club sándwich de chocolate y frituras de piña.

UNA NOCHE EN LA CIUDAD
Mientras descansamos un rato en el Hotel Nelligan –¡qué mullida cama!– vemos en la tele un concierto de música latina. Al principio creemos que se trata de un programa de televisión por cable, pero un cantante nos saca de la duda: “Para toda la gente de Montreal”. Sí, es una transmisión local: se trata del festival de merengue de la ciudad, que tuvo lugar en fechas muy cercanas al de jazz –que cada mes de julio atrae a más de 1.5 millones de fanáticos– y al Francofolies, foro de expresiones musicales francesas provenientes de todo el mundo.

Además de estas celebraciones, Montreal tiene sus lugares de culto. Uno de ellos es Biddle’s Jazz & Ribs, abierto por un legendario jazzista local, Charlie Biddle, muerto recientemente, a quien se le dedicó la última edición del festival de jazz de la ciudad. En este local se puede escuchar a los mejores exponentes de la escena musical; de hecho, durante el festival de jazz, el sitio está abarrotado y no se puede poner un pie en él.

Les Deux Pierrots es otro bar con música en vivo, también con su trayectoria, misma que, al parecer, enorgullece a los propietarios, pues en la entrada hay una placa que dice: “Depuis 1974” (desde 1974). Y sí, los montralenses afirman que desde esa fecha ha sido muy frecuentado por los amantes de la francofonía; claro, también por turistas que, simplemente, pasan por la calle St. Paul y lo ven tan animado que entran a tomar una cerveza y salen después de 10.

Pero no todo es jazz en Montreal. Prueba de ello es el Barrio Latino, una de las zonas con más vida, ya que buena parte de él es un distrito estudiantil cuyo corazón es la Universidad de Quebec en Montreal. Aquí el aire es menos turístico, más francés e incluso algo parisino; de hecho, mucha gente no habla inglés o se resiste a hacerlo, y uno debe arreglárselas con sus nociones básicas de la lengua gala. Este sentimiento de defensa de su lengua y cultura se expresa a cada momento en la leyenda que ostentan las placas de los autos: “Je me souviens” (yo recuerdo), que se refiere a que no olvidan su innegable origen francés.

Nueva Zelandia en dos actos: Maoríes y deportes extremos

Primera visión del Paraíso: un mar zafiro, salpicado de islas verdes como el jade, dos colores que no me abandonarían en todo el viaje. Al otro lado de la ventanilla, el sol apenas se asoma sobre el océano mientras el avión apunta su morro hacia la bahía de Hauraki en busca del aeropuerto de Auckland. La “ciudad de las velas” –poco se tarda en descubrir el porqué– vive de cara al mar, rindiendo honor a la pericia de los primeros navegantes y cada tarde el horizonte se eriza de veleros que regresan a los puertos. Por lo demás, Auckland ostenta una fachada de rascacielos detrás de la cual se extienden numerosas colonias residenciales de casa-con-jardín.

No te dejes impresionar; se trata de una ciudad concebida a escala humana. Lúdica, cultural y sofisticada, Auckland alberga una pintoresca mezcla de razas –europeos, maoríes, asiáticos e incluso algún africano– y cultiva cierto aire frívolo cuando se trata de restaurantes o arte. Un puñado de museos muy recomendables, una estimulante oferta de ocio, la animación de los parques y esa vaga atmósfera polinesia que lo impregna todo, harán que los días se deslicen sin que te des cuenta. Pero si quieres conocer el auténtico carácter neozelandés hay que seguir el viaje hacia el sur. Así que, media semana de aclimatación y… ¡en marcha!

Rotorúa: provocaciones con la lengua y saludos con la nariz
¿Estás de humor para que te den un susto? Asiste a una haka y tendrás garantizada una buena dosis de sobresaltos. Imagínate a un grupo de robustos guerreros maoríes que te miran con cara de pocos amigos. De pronto, comienzan a vociferar algo, que bien podrían ser insultos, mientras desorbitan los ojos y se golpean con rabia pecho y hombros. Hacen amago de acercarse y retroceden, una, dos veces, acortando las distancias por momentos. Se secretean entre sí, parecen ponerse de acuerdo y llegan hasta el público y agitan amenazadoramente sus lanzas y te sacan la lengua –bueno, te la muestran–. ¿Es suficiente?

En fin, eso es una haka, la danza de desafío maorí. Con el fin de templar los ánimos, lo más probable es que, a continuación, los feroces guerreros cambien sus armas por unas guitarras y, moviendo sensualmente las caderas, comiencen a cantar junto a las bailarinas, recién salidas al escenario, la más melosa canción de los Mares del Sur. Todo sucede en el interior del marae o casa comunal de Whakarewarewa, villa maorí en las afueras de Rotorúa.

A 234 km de Auckland, Rotorúa es una ciudad eminentemente turística por varias razones. Para empezar, se halla enclavada en un paraje de montañas y lagos particularmente hermoso, incluso dentro de los estándares neozelandeses. Luego está el “asunto de las fuerzas telúricas”, como lo llaman los locales: géiseres y albercas de agua hirviendo o de barro burbujeante sobre calderas volcánicas que contrastan con las superficies cristalinas de los lagos alpinos y le dan a la población el olor a azufre que la caracteriza.

Así pues, las aguas termales –medicinales… un espectáculo en sí mismas– junto con el rico folclor maorí constituyen el principal imán de Rotorúa. Sus calles se alinean con hoteles y el centro es una sucesión de cafés y restaurantes donde reina un ambiente cosmopolita y familiar al mismo tiempo. Flota en el aire cierto aire místico, propiciado por la presencia de los arawa, tribu maorí de la región que cuenta con 35 marae en la región.

No puedes dejar de visitar una villa nativa. Traspasar sus puertas, entre burlones ídolos de madera, es percibir el Manaakitanga o espíritu de bienvenida y hospitalidad. Los maoríes poseen un extraordinario sentido del humor, así que no te sorprendas cuando te tomen el pelo al menor descuido. Lo mejor es relajarse y bajar la guardia. A cambio, escucharás la leyenda que se oculta detrás de cada maravilla natural –el porqué de las Puertas del Infierno de Tikitere o del bullir del Lago Kuirau o por qué los kiwis no vuelan– y podrás contemplar las danzas y los cantos tradicionales. Si te interesa la artesanía, visita el New Zealand Maori Arts & Crafts Institute.

Aunque nada tenga que ver con la cultura maorí, sino con los colonos europeos, antes de abandonar Rotorúa hay que visitar una de las granjas preparadas para recibir turistas. En realidad, las hay por todo el país; tal es el peso del ganado ovino en la economía nacional: el número de cabezas supera cuatro veces al de los habitantes. Aseguran en Rotorúa, que en estas granjas se ofrecen los mejores shows. Y si en verdad deja con la boca abierta observar el poco tiempo que se necesita para trasquilar a una oveja, sorprende aun más el grado de entrenamiento y la inteligencia de los perros pastores. Todo un espectáculo.

Queenstown: un salto al vacío
Al sur de la Isla Sur, rodeada por los Alpes Neozelandeses y a orillas del lago Wakatipu, se asienta Queenstown, conocida como “la capital mundial de los deportes de aventura”. El centro de la ciudad no supera el kilómetro cuadrado y toda el área comercial resulta accesible. A pesar del número de turistas que atrae, ávidos de emociones, el lugar es tranquilo… engañosamente tranquilo. La verdad es que cuesta un poco asimilar la majestuosidad del paisaje. Pero, después de unos días, mejor será que te vayas acostumbrando, le pierdas el respeto y empieces a planear cómo disfrutarlo al máximo.

El número de actividades es abrumador y su diversidad también: hay para cada gusto y para cada edad. De los deportes extremos al ecoturismo, pasando por los momentos de recreo al aire libre, puedes ocupar, si lo deseas, hasta el último minuto de las vacaciones. Para mayor facilidad, existen numerosas empresas especializadas que brindan sus servicios. Conviene, acaso, comenzar con cierta calma. Puestos a abrir boca, nada mejor que abordar el viejo crucero de vapor en su travesía por el Lago Wakatipu. O la ascensión en funicular y telesilla hasta el mirador que domina Queenstown, los Montes Remarkables y el mismo Lago Wakatipu, brillante como un espejo.

La visión invita al senderismo, cuyas rutas varían en dificultad y duración. Si te sientes con fuerza, sigue por el sendero Routerbourn, favorito de Edmund Hillary, primero en llegar a la cumbre del Everest. De las 32 áreas protegidas en el país, la más cercana es el Parque Nacional de los Fiordos. La base de operaciones será entonces Te Anau, a 300 km por carretera. Es ineludible recorrerlos para, desde aquí, continuar a Milford Sound.

La imagen de este fiordo es la más representativa del país, con el muy fotografiado Pico Mitre a la entrada de la ría que conduce al Mar de Tasmania. Del muelle parten cruceros que recorren el fiordo. Los más recomendables son aquellos que pernoctan a su abrigo y realizan la travesía de regreso con los primeros rayos de sol de la mañana. No es bueno hacerse muchas ilusiones al respecto, ya que esta región es particularmente lluviosa. Pero, con un poco de suerte, podrás admirar las cumbres nevadas cayendo verticales hasta el mar y las cascadas nacidas en sus paredes.

¿Y las emociones fuertes? De regreso a Queenstown, lo oportuno es un deporte inventado precisamente aquí. El bungy jump reta a tirarse desde un puente y experimentar una caída de 50 metros, con la esperanza de que la cuerda elástica nos impulsará hacia arriba a un palmo del impacto. Menos conocido, pero otra ocurrencia local, es el jetboating, o lanchas de poco calado, para navegar a velocidad de vértigo por gargantas y cañones.

Lo más novedoso ahora es el rocketing, un cohete controlable que gira en el aire sujeto a un cable de acero. El parapente, el descenso de cañones, el esquí, el esquí acuático, los vuelos en aerostáticos y la escalada libre son otros deportes que pueden practicarse en un área que reúne casi todo para divertirse en la tierra, el agua o el cielo. Y si de algo podemos estar seguros es que Queenstown cumple lo que promete… y quizás mucho más…

Huatulco o los nueve senderos hacia el Nirvana

Son nueve bahías las que hay en Huatulco, Oaxaca. Nueve opciones de relajación, nueve opciones de puro amor.

Amor a uno mismo. Hay que chiquearse y aquí, en Huatulco, sobran las opciones para darse cariñitos. Uno decide cuál es el relajamiento que precisa o, si se es goloso, puede probarlos todos. El primer impacto que uno recibe aquí es el arrullo del silencio, la calma que antecede al contacto con una naturaleza virgen.

Amor a la naturaleza. Las Bahías de Huatulco abarcan una franja costera de 35 kilómetros. Son una suma de montañas, valles, laderas y arenas doradas. En medio de ellas hay una variedad de ecosistemas que generan los ríos Coyula, San Agustín y Copalita. Las cascadas y la mezcla de agua dulce con agua salada son comunes, así como la abundante fauna marina del lugar. La fauna en general puede apreciarse en la reserva forestal que administra el Gobierno Federal a través del Fondo Nacional al Turismo.

Aquí hay una selva baja espinosa, conocida científicamente como selva caducifolia, compuesta por especies como el tepguanje, el cazarate, los ficus, los mecianos y el colorín, los cuales cobijan a tlacuaches, armadillos, ocelotes, osos hormigueros, venados de cola blanca y zorrillos pigmentados. Si levantas la vista verás que en el cielo de Huatulco vuelan halcones, gavilanes, lechuzas, palomas, pelícanos, gaviotas, gorriones y colibríes.

Amor a la acción. Corales, buceo y pesca deportiva. En varias de las Bahías de Huatulco, como Cacaluta, La India, Chachacual, Riscalillo y San Agustín, se pueden realizar diferentes actividades: desde el buceo autónomo y libre, pesca deportiva, natación, motonáutica, esquí acuático, hasta paseos recreativos en lancha, recorridos por tierra y descensos en balsa por río.

Así se podrá conocer más de la vida que hay entre los corales y las aguas de Huatulco: ostión, langosta, camarón, delfín, tortuga, huachinango, almeja, caracol y ballenas. Aquí la vida es abundante porque los arrecifes de coral son los más grandes de la Costa Oeste de Norteamérica. Entre las cornisas y oquedades de las formaciones de coral puede uno encontrar tiburones gato y valientes tortugas que usan el arrecife como base de descanso en la difícil lucha por la supervivencia en mar abierto.

Amor a los paseos ondulantes. Hay un catamarán, bajo el mando de Luis Alberto Saínz y Eliezer Vargas, que garantiza un grato recorrido por todas las Bahías de Huatulco. Lleva el nombre de la bebida más célebre de México y te brindará vistas inolvidables, como la del “Bufadero”, una formación rocosa donde el mar se estrella a la manera de un géiser, o bien la “Cara de piedra” que está en la bahía del Órgano, cerca de la playa Cacaluta –donde se rodó Y tú mamá también–. Y hablando de delicias, el catamarán Tequila chiqueará tu paladar llevándote a una playa donde preparan una piña rellena de camarones, el filete a la hierba santa, los camarones en crema de cilantro y la langosta –cocinada con una receta secreta que siempre te hará pedir más y más y más–.

Amor al desorden de los sentidos. Este desorden es muy común aquí. Se deberá, tal vez, a que la temperatura media anual es de 28 grados centígrados, o porque los inviernos son bastante cálidos y hay un cielo despejado 258 días al año, o será acaso que el confort tiene también dos sedes que incrementarán tu sensibilidad:

Amor a la exclusividad y el lujo. El Hotel Las Brisas cuenta con cuatro playas exclusivas y 350 habitaciones de gran lujo. Tiene también 10 salones de convenciones con capacidad para 940 personas, canchas de tenis, restaurantes especializados en diferentes cocinas –como la italiana y la oaxaqueña–, en fin, todo el confort que desees lo encontrarás aquí. Suéñalo. Siéntelo. ¡Vívelo!

Amor a la más saludable relajación. Un gel de algas marinas en el Xquenda Huatulco Spa hará que te sientas otro. Te reconciliarás con tu piel y con la energía de tu cuerpo. Las masajistas te podrán ofrecer una amplia variedad de masajes, de los cuales hay nueve modalidades distintas, y siete faciales. Los tratamientos corporales pueden envolverte en una suave armadura de fango o de algas marinas. Tú eliges. Aunque la calidad del servicio te llenará de dudas sobre cuál debes elegir, te recomiendo el reiki, el cual se basa en la transmisión de energía a través de las manos. ¡Súper relajante!

Amor a la abundancia de sabores.
Mezcal, cecina, quesos, moles… ¡Mmmmm!, Oaxaca es un paraíso para el paladar y lo puedes confirmar si vas al restaurante La Probadita, ubicado en el pueblo de La Crucecita, donde podrás degustar desde diferentes tipos de mezcal hasta las cremas que se han comercializado en tiempos recientes y que tienen sabores muy peculiares: mango, fresa, coco y limón. Y, entre sorbo y sorbo, puedes elegir de botana chapulines, queso o tostaditas untadas de mole negro o rojo. La oferta gastronómica no termina ahí, porque también abarca diferentes tipos de chocolates, carnes, panes y las célebres tlayudas.

Amor a la preservación: Ecoturismo. Por su belleza natural y su singular ecosistema, las Bahías de Huatulco se han convertido en uno de los desarrollos turísticos donde se respeta al máximo el medio ambiente porque, como dicen por aquí, el reencuentro con uno mismo requiere de un paraíso y también porque el silencio es el preámbulo del deseo.

Shopping San Antonio

La primera parada de todo fin de semana memorable es el bullicioso distrito central. Casi todos los visitantes acuden al principal atractivo de la ciudad: River Walk. Se trata de una experiencia refrescante que ha encontrado el modo de seguir atrayendo incluso a la gente del lugar. ¿Su secreto? Una singular mezcla de concurridos cafés al aire libre y restaurantes de lujo, centros nocturnos dinámicos, llamativas tiendas de especialidad y hoteles tanto históricos como modernos. Las abundantes plantas y flores subtropicales dan un toque especial al paseo ribereño.

Además de caminar pausadamente por sus orillas, una de las mejores maneras de disfrutar este tramo del río San Antonio es subirse a una de las lanchas que lo recorren, provistas de un narrador que explica la historia de la ciudad, salpicándola con una buena dosis de humor. Hay embarcaciones que sirven alimentos y margaritas.

El centro gravitacional de este destino turístico es el River Center Mall, un moderno emporio de tiendas, restaurantes y diversiones que ocupa tres pisos y cuenta con un cine IMAX. Naturalmente, abundan las camisetas y las chucherías, pero una buena parte de lo que ahí se vende consiste en artículos de alta calidad que sólo se consiguen en San Antonio y el sur de Texas, y que van desde condimentos picantes y música tradicional hasta prendas y adornos al estilo del oeste. Si buscas mercancía en verdad única, asómate a los puestos del Antiques Downtown Mall y del Alamo Antique Mall.

No puedes pasar por alto la cuadra de edificios del siglo XIX conocido como La Villita, una comunidad de artistas que exponen en galerías y crean, ante tus ojos, vidrio soplado, vitrales y alhajas. Tampoco puedes perderte el Market Square, el mercado mexicano más grande fuera de México.

Cuando tu estómago proteste, lo puedes contentar con platillos de cocinas mexicana, oriental, estadounidense, campirana, cajún, sudoccidental, continental, italiana o irlandesa. Te recomendamos la cocina “Tex-Mex”, nativa de San Antonio. El Buckhorn Saloon & Museum ofrece a los visitantes sabrosos platillos y suficientes reliquias del “Viejo Oeste”, así como curiosidades animales para saturar cualquier pupila. La gente del lugar considera Los Barrios, en West Avenue, uno de los mejores.

Cuando regreses, todo el mundo te preguntará si visitaste El Álamo, así que planea una ida a esta combinación de santuario y museo, “la cuna de la libertad en Texas”. Originalmente fue una misión española, pero luego se convirtió en el famoso fuerte que tan destacado papel desempeñó en la independencia del estado. Hay más construcciones eclesiásticas españolas del siglo XVIII ahí cerca, en el San Antonio Missions National Historical Park.

Otras atracciones notables cerca del centro son el zoológico de San Antonio (más de 3,500 animales) y los San Antonio Botanical Gardens/Lucile Halsell Conservatory (33 acres de exuberantes jardines con 10,000 metros cuadrados de invernaderos subterráneos). Además, 10 importantes centros comerciales están a menos de una hora del centro. Si buscas uno con buen ambiente, visita el Quarry Market, una antigua cantera y planta de cemento que ahora alberga tiendas y restaurantes de moda.

Northern & Hill Country
Un tesoro de atracciones te espera en los suburbios noreste y noroeste de San Antonio y en la campiña cercana. Muchos sitios de interés están de 15 a 45 minutos del centro, por autopistas descongestionadas.

Un paraje que sirve como entrada sur al famoso Texas Hill Country se acurruca dentro de la curva que lleva hacia el norte la autopista interestatal 1604. Esta región, capturada en canciones, películas y el corazón de quienes aman la Naturaleza, alberga pueblos pequeños y pueblos fantasmas, ranchos activos, lagos, llanuras abiertas, acantilados y ríos que serpentean por huertos de durazno y praderas cubiertas con flores silvestres.

Los paisajes del Hill Country y las comodidades son característicos de los dos centros vacacionales de San Antonio. El Westin La Cantera Resort, único hotel de cuatro estrellas de la ciudad, cuenta con seis albercas, jacuzzis, un lujoso balneario, canchas de tenis y dos campos de golf de campeonato. Muchas revistas de renombre que se ocupan de golf y viajes, elogian a La Cantera y lo clasifican dentro de los “mejores 30” centros vacacionales de Norteamérica, citándolo como uno de los “mejores lugares donde hospedarse en el mundo”. Las familias aprecian su cercanía a Six Flags Fiesta Texas y a Sea World of Texas.

A unos minutos de distancia, el Hyatt Regency Hill Country Resort ofrece la cálida e informal “esencia” y cocina de un verdadero rancho tejano. Los huéspedes de este boscoso reducto de 200 acres disfrutan de golf de campeonato y el balneario Windflower.

¿Buscas antigüedades, galerías de arte y un ambiente clásico? Descubre todo eso y más en los pueblos del Hill Country: Boerne, Kerrville, Castroville, New Braunfels, Comfort, Gruene y Leon Springs. Dedica todo un día a Fredericksburg, un verdadero paraíso para las compras. Artisan’s Alley y The Collector’s Gallery, a 25 minutos del centro, completan la lista de singulares tiendas al norte de San Antonio.

Si deseas un cambio de ritmo, acude a uno de las varias docenas de campos de golf. O bien, prueba un deporte verdaderamente estadounidense –golf de “disco”– en el campo City of Live Oak, uno de los mejores del país (y gratuito).

Varios restaurantes excepcionales de la región sur del Hill Country ofrecen una amplia gama de sabores “auténticamente tejanos”. El Rudy’s Country Store and Bar-B-Q, que anuncia “la peor bar-b-que de Texas”, posiblemente sirva la mejor del mundo. (Prueba el Pecho de res, las Costillas y el Elote con leche.) Escondida en una cañada bordeada por robles, está la posada Grey Moss Inn, que, en opinión de los lugareños, es el restaurante más romántico de San Antonio. Es el lugar ideal para una cena de filete a la luz de las velas, con patios al aire libre y una lista de vinos mencionada en The Wine Spectator. El Scenic Loop Café, con su fachada de cantera, es una adición reciente a la lista de más de 800 restaurantes de la ciudad y está destinado a ser uno de los favoritos gracias a una combinación de música en vivo, mesas al aire libre y cocina estadounidense.

Se dice que las mejores épocas para visitar San Antonio son durante la exposición ganadera y rodeo (febrero), durante los 10 días de la Fiesta San Antonio (abril), o en noviembre, cuando se efectúa la ceremonia de iluminación del River Walk, pero la verdad es que el “centro vacacional dentro de una ciudad” preferido de Estados Unidos está preparado todos los fines de semana para mostrarte lo bien que se la pasa uno en Texas.

Tapeando por México y España

El arte del “tapeo”, como dicen los vascos, no es algo que se tome a la ligera. Si bien las tapas surgieron (en el siglo XIX) en forma de pan con embutidos para atenuar los efectos del vino, su evolución ha permitido un toque gourmet más dentro la gastronomía española. El “picoteo” demanda ser liviano y divertido, pero calmado.

En la ciudad de México, la práctica ibérica de comer tapas, beber y pasar el tiempo cuenta con gran aceptación desde hace algunos años, y una de sus mejores expresiones la encontramos en Tierra de Vinos. Este lugar es ya conocido por su vasta enoteca. Aquí es posible degustar una atinada selección de los mejores caldos por copeo de una cava que es revisada cada 15 días.

Ya sea en la barra o mientras se miran las más de 400 etiquetas, en Tierra de Vinos podemos preguntar por las creaciones y recomendaciones del chef Pau Verdura Martos. Hay pintxos (pinchos) de todo tipo, desde un Foie gras y Anchoas del Cantábrico con pimientos del piquillo, hasta las famosas Patatas bravas.

Vale la pena mencionar las catas y los cursos que aquí se ofrecen y que permiten iniciarse en el fascinante mundo del vino.

5 PASOS PARA LUCIR COMO UN CONOCEDOR
Pintxos y tapas. Recuerda: los pintxos siempre son tapas, la única condicionante es que están “pinchados” por un palillo, mientras que la tapa es cualquier bocado bueno para acompañar el vino.

Considera el paso número uno y no olvides entonces que no son botanas, sino tapas. (No confundir botanas con bocatas.)

¿Qué es una bocata entonces? Bocata es la forma familiar de llamar a un bocadillo. Y una tapa es también un bocadillo, pero no se considera una botana.

Bien dice el dicho: “Al lugar donde fueres, has lo que vieres”, y mientras en el País Vasco se dice al mesero “ponme un tinto”, en México siempre se agradecerá la amabilidad de un “por favor”.

Vale la pena también escuchar la recomendación del día (ya sea en vinos o en tapas), pero esto no significa que deba ser aceptada, aunque siempre es de sabios cambiar de opinión.

RUTA DE TAPEO POR SAN SEBASTIÁN

La más grande variedad de tapas de toda España

A San Sebastián se le conoce como la capital mundial de esta gastronomía. Aquí, cada bar tiene su estilo, un alma que lo caracteriza. Algunos sirven pintxos más sofisticados; otros, menos delicados y más burdos, pero, por regla general, se come bien (a veces hasta muy bien) y por poco dinero.

PARTE VIEJA
Txepetxa
Pescadería 5. Tel.: (943) 42-2227
Anchoas marinadas a la jardinera, Montaditos de bacalao al ajo tostado, Lomo de anchoa con crema de centollo.

La cuchara de San Telmo
31 de agosto 28 bajo. Tel.: (943) 42-0840
Milhojas caramelizado de foie gras, anguila y manzana; sándwich cremoso de bacalao, tosta de callos al aioli.

Ganbara
San Jerónimo 21. Tel.: (943) 42-2575
Una de las barras más impresionantes de San Sebastián, repleta de tapas y champiñones silvestres. Menú: Hongos a la parrilla o Revuelto de hongos, Tartaleta de txangurro, Canapé de chatka (cangrejo desmenuzado) con salmón.

Astelena
Iñigo 1. Tel.: (943) 42-6275
Pastela de pescado, Croquetas de bacalao, Hojaldre de chipirón y mejillón.

GROS
Aloña Berri
Bermingham 24. Tel.: (943) 29-0818
Brandada de bacalao, Raviolis de mariscos, Delicia de Ulia (crujiente de langostinos con aguacate y verduras).

Garbola
Paseo de Colón 11. Tel.: (943) 28-5019
Pintxo de tiburón con panadera, Codillo con patatas y salsa de ajo, Gambas Garbola, Croquetas de bacalao.

CENTRO
Iturrioz
San Martín 30. Tel.: (943) 42-8316
Chicharro (pescado azul) al horno escabechado con vinagre de Jerez, Mejillones estilo Negresco, Anchoas rellenas de piquillos.

La Perla
Paseo de la Concha s/n. Tel.: (943) 46-2484
Este café restaurante se ubica junto a las termas de San Sebastián. Antes de las tapas, consiéntete y permítete unas horas de relajación extrema en las albercas de este lugar. Menú: Mini quitxa, Brocheta de pulpo en copita, Canutillo de salmón con chatka y patata cocida.

RENTERÍA
Juli
Viteri 27. Tel.: (943) 51-2887
Copita de txangurro con puré de col y patata, Bolsita crujiente de queso, puerro y langostinos, Canelones de pato con salsa de oporto y frambuesa.